Servir, compromete…
Por: Alex Viveros
Jueves Santo para los católicos, pero para todos los cristianos es el día de celebrar la última cena; dentro de la literatura bíblica encontramos a la figura de Jesús realizando varios signos en el proceso de la cena antes de su crucifixión, pero hay un rasgo que sin duda podemos admirar y meditar en Jesús, el sacerdocio. En todas las creencias la figura del sacerdote refiere a la figura máxima, aquel que ejerce un papel principal y es la referencia principal en el seguimiento espiritual. En el caso de Jesús, presenta su sacerdocio desde un rasgo único y perfecto, el servicio.
¿Qué hace Jesús? Se ciñe una toalla y se inclina ante sus discípulos para lavarle los pies; este acto marca el rumbo de su sacerdocio, expresa que para ser el primero hay que ser el último, muestra que la característica de su liderazgo será el servir a los demás, representa su compromiso y vocación de servicio al mundo. Pero no solo queda como un acto exclusivamente religioso, Jesús era una figura determinante en su época, recordemos que el Imperio Romano había dominado toda la región y el emperador era la figura máxima que no permitía sublevaciones. La figura de Jesús marcaba una contrariedad para la autoridad, era un hombre que caminó por calles y poblados y fue increpado por las necesidades de las comunidades de su época, entendió que su papel no era una simple ejecución de ritos, sino era confrontar al sistema vigente y exhibirlo como corrupto, como traidor, como responsable del deterioro social, político y económico, las leyes propias de la época dañaban a los ciudadanos, se apoderaban de tierras, castigaban a quienes clamaban justicia, almacenaba riquezas provenientes del pueblo, existía abuso de poder, la mujer era rebajada y humillada, en fin, se vivían muchas injusticias.
Jesús decide ser protagonista del cambio integral, pero para ello tuvo una visión analítica de lo que estaba ocurriendo, él asume un papel activo señalando lo que estaba deteriorado del proceder del sistema. Por todo esto era el incómodo para el Imperio, era la persona que hizo despertar a la sociedad, devolvió la vista a los oprimidos por el sistema político vigente, salió al encuentro del necesitado, del hambriento, del explotado.
Cuando la traducción nos presenta el pasaje que menciona que “dejen a los niños acercarse a él”, si tomamos la escritura original en griego, considerando que la Biblia fue escrita en Griego y Hebreo, en realidad dice: “dejen a los sirvientitos acercarse a mí”, porque él se refiere a los sirvientes que estaban en las casas y eran tratados como esclavos y no les era permitido acercarse a las visitas y mucho menos dirigirse a ellos. Si bien para los Romanos el sirviente tenía derechos, para los judíos éstos eran considerados personas sin derechos, y en aquellos rumbos la autoridad máxima era el Sumo Sacerdote que no era otra cosa que un servidor del Imperio Romano, por lo cual Jesús enfrenta una ley que oprimía al pueblo judío y exige mayores derechos para los hombres y mujeres de su época.
Para sus seguidores, Jesús era el Mesías, porque era la figura liberadora más esperada, quien iba a dignificarlos, a permitirles recibir un trato justo por parte del sistema, él no fue un líder espiritual, era un hombre que descubriendo su experiencia de Dios, se reconoce como Hijo suyo y por tal asume el compromiso de dar a la humanidad una herencia humanizante.
Es así como llega Jesús al momento de la última cena, después de haber proclamado, de haber sobre todo reclamado a la autoridad y exigido, descubre que es la última vez que estará con su grupo más cercano y no quiere irse sin antes dejarles en claro cuál será la actitud con la que deberán seguir su obra, les deja lo más humillante para la época, un sirviente era el único que podía inclinarse a los pies de otro hombre y lavarle los pies, era el trabajo más bajo, sin embargo, él lo realiza y con ello le da la característica más profunda a su liderazgo, la vocación de servicio.
La obra Jesucristo no se limita a una actuación espiritual, sino es una invitación social a asumir responsablemente el compromiso a favor de la vida, de la justicia y de la dignidad humana; está en cada hombre decidir el papel que quiere representar socialmente hablando, está en su consciencia limitar estas enseñanzas a un plano espiritual sin trascender al plano social; solo leyendo el acontecer cotidiano, el hombre será capaz de soltar los intereses personales y egoístas, y ver que detrás de la narración bíblica se esconde mucho más que un manual del buen hombre, sino una invitación a vivir con dignidad para con uno y para con los demás en todos los planos.
Atte. Alejandro Viveros Barea