La columna del Águila

¿Qué tal si empatizamos?

Por: Alex “El Águila” Viveros

     Hoy leí un comentario que señalaba la empatía como virtud, sin lugar a dudas atrajo mi atención y recordaba aquellos años de formación en la vida religiosa en la cual tenía presente las virtudes con las que un hombre vive, son varias y por nombrar algunas tenemos la alegría, la limpieza, la compasión, la belleza, la aceptación, etc., en fin, todas buscan llevarnos a actuar en base a ideales o proyectos, buscando desde luego permitirnos ser éticamente adecuados.

Pero aquí inicié con la empatía ¿qué es, para qué es o por qué nombrarla?, es muy sencillo, la empatía como capacidad contiene una gran riqueza emocional para el individuo, no es simplemente “ponerse en los zapatos del otro”, sino mucho más que eso, es comprender el entramado afectivo que un ser humano refleja.

De acuerdo, ya vamos aclarando más esto de la empatía, pero tomemos en cuenta que en ningún momento significa asumir una postura similar a lo que la otra persona aqueja, sino que, pudiendo estar en contra de lo que piensa o realiza, puedo “tener la habilidad para tomar una perspectiva” (Anguís, 2018), de esa forma vemos que es una capacidad esencial que nos lleva a generar una cohesión social más positiva, implica desde luego una disposición individual para adoptar las características que la definen.

La empatía implica tener capacidad para escuchar, para comprender lo que el otro refleja, para estar atento a la necesidad emocional y saber interpretar el lenguaje no verbal que proyecta la otra persona. ¿Todo eso es ser empático? Por supuesto, eso y más, y desarrollarla nos permite contribuir a generar relaciones sociales más positivas, más plenas, más adecuadas, más tolerantes, donde la confianza mutua irá en crecimiento, donde los vínculos afectivos enriquecen nuestro entorno y nos permite garantizar un mejor desenvolvimiento personal y positivo.

¿Y quiénes deben desarrollar esta capacidad o virtud? Todos, y más aún, aquellos hombres que tienen la oportunidad de servir a otros, que ocupan cargos desde donde se les permite gestionar beneficios de toda índole, aquellos que quieren asumir un compromiso social más definido y los que nos sentimos impulsados a ser agentes de cambio positivo.

Es un reto, como muchos que la vida nos permite reconocer, pero el resultado que puede concluirse es aún más grande de lo que imaginamos será.

Hoy hago una invitación a todos, pero más a los empresarios, los gobernantes, políticos, aspirantes a cargos públicos, a directivos y líderes que no titubeen al encarnar las características propias de esta virtud, que no se vuelva una etiqueta transitoria que se utilice para un fin personal, sino en verdad atreverse a asumir las implicaciones que lleva y por qué no, hacer de ella un rasgo de personalidad que los identifique y lleve a aportar elementos benéficos socialmente.

Apostemos a crear una sociedad más armónica, entonces… ¿qué tal si empatizamos?

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